domingo, 25 de octubre de 2009

Cuando el Amor simplemente aparece

Todos quienes me conocen saben que odio eso de la curselería, que me carga eso de "andar de cazería", que me carga la gente que de lo único que se preocupa en la vida es de si está o no con pareja, que detesto eso de andar buscando y pretendiendo a alguien para no estar sola.
Ok, sé que la soledad no es buena, ni es una buena consejera en algunas cosas. Pero quizás cuando uno vive solo y aprende a ingeniárselas en todo sentido de cómo sobrevivir lejos de casa y sin familia, uno no sólo se hace más fuerte, sino que aprende a convivir con la soledad. No por eso no tengo amigos, unos muy buenos, y de todos los estilos y ondas, y con quienes puedo compartir la vida, las experiencias, hasta unas simples sonrisas o palabras por mail o por teléfono, cosas que uno aprecia más estando lejos de la familia.

Bueno, esto sigue así, me estaba preguntando, a raíz de lo que me está pasando, ¿qué pasa cuando uno busca el amor, o por desencantos deja de buscarlo, y de pronto simplemente aparece en tu camino? ¿Qué hacemos con ese setir? No podemos simplemente olvidarlo, menos si es alguien a quien vemos continuamente. No soy buena para estas cosas, y cuando hablamos de este tema es cómo si fuera una niña que no entiende nada o una profesional que lo racionaliza todo, es como que mi corazón tuviera prohibido sentir, pero no es que no lo haga, pero temo sufrir.
Debo reconocer que sin saber quién era desde ese día que lo vi quise conocerlo y poder aunque sea saludarlo. De a poco lo he conocido, de a poco he entrado en su mundo y él en el mío. No sé que pasará más adelante. Pero debo confesar que me divierte verlo cada semana y ser simplemente dos desconocidos que se encontraron por casualidad un día, que bromean y juegan desde lejos a las miradas y los gestos.

Soy de las que creen que las cosas suceden por algo, por eso me he preguntado todos los días si acaso Dios (soy creyente) lo puso en mi camino para que crea en que existe el amor. Para que derrumbe todo lo que creo de mi futuro. No lo sé, y creo que no lo descubriré mientras no dé ese paso al que temo: el hablar sinceramente.